Una traductora fue contratada para oficiar en un importante
evento al que iban a asistir personalidades de distintos países. Era el trabajo
de su vida, el trampolín para saltar al estrellato. Justo la semana antes del
evento empezó a sentir una pequeña molestia en una de sus muelas, así que
decidió consultar a un odontólogo. El profesional le pifió en los datos
asentados en la ficha odontológica y, encima, procedió a extraerle la muela sin
advertir a la paciente sobre las molestias que iba a causarle la exodoncia.
Conclusión: en el evento la traductora fue un diario mojado, porque no se le
entendía nada. El odontólogo, la empresa de medicina prepaga y la aseguradora
fueron condenados a indemnizar a la traductora.
M. M. N. c/ Swiss Medical S.A. y otros, 22/08/2010.